La voz de los pacientes

Nel Anxelu González Zapico. Confederación Salud Mental España.

Es necesario escuchar a todas las partes implicadas para poder así prevenir eficazmente el suicidio, que supone el principal problema de Salud Pública de Europa. En España, en 2017 se quitaron la vida 3.679 personas, unas diez cada día. Pero por cada muerte hay otras 20 personas que lo intentan. Entre el 65% y el 75% de los casos de suicidio están relacionados con problemas de salud mental, según la Organización Mundial de la Salud. Causas como la pobreza, el desempleo, los malos tratos o el desarraigo, entre muchas otras, provocan una situación que podemos calificar de EMERGENCIA SOCIAL Y SANITARIA.

Sin embargo, se puede prevenir, y para ello son importantes todos los actores, desde el propio afectado hasta sus familiares, los profesionales de atención sanitaria, los docentes y los profesionales en contacto con personas en situación de riesgo. Lo que está claro es que de nada sirve una Estrategia de Prevención del Suicidio si no se le dota de los recursos adecuados.

Formar a los profesionales del primer contacto (emergencias) con el posible suicida es clave para que sepan cómo afrontar la situación. Desde Salud Mental se solicita además la creación de un “servicio telefónico del riesgo suicida”, al estilo del 016 contra la violencia de género. Este servicio debería ser gratuito, con un número que sea fácil de recordar y accesible a todo tipo de personas. Este teléfono ayudaría en las labores de coordinación, así como de apoyo, seguimiento y control del afectado.

La prevención del suicidio debe ser una iniciativa de Estado, igual que otras como la Seguridad Vial. Son acusados aún el tabú y el estigma sobre el suicidio, y persisten mitos como que el intento de suicidio supone una llamada de atención por parte de esa persona o que quienes lo intentan son personas bien valientes o cobardes.

La Confederación Salud Mental lanzó la campaña “Habla del suicidio”, pues es importante hablar siempre sobre el problema y sacarlo del ambiente tabú, para que la gente no decida quitarse la vida al ver que no reciben ninguna ayuda para sus problemas. Los medios de comunicación aún tienen miedo a hablar sobre el suicidio debido a que no quieren provocar un efecto llamada. Pero deben informar sobre estas situaciones.

A nivel educativo, la Confederación solicita también la creación de una asignatura de educación emocional a nivel estatal, de cara a que los alumnos estén bien preparados para afrontar situaciones de este tipo. A nivel familiar, el apoyo del entorno cercano es fundamental. Todas las personas pueden ser parte de la solución preventiva, y hay que comprender el sufrimiento que conlleva el intentar quitarse la vida, y poner de nuestra parte.

Como conclusión, la salud mental de la población es un derecho de todos los ciudadanos para conseguir una vida plena, sana e intensa.

 

Cecilia Borràs. Después del Suicidio – Asociación de Supervivientes.

El Día Mundial de la Salud Mental celebra la conciencia de la comunidad mundial de una manera empática, con una voz unificadora, ayudando a quienes se sienten esperanzados a empoderarse para que tomen medidas y creen un cambio duradero. Según Catherine Le Galès-Camus, Subdirectora General de la Organización Mundial de la Salud (Salud Mental), “cada suicidio supone la devastación emocional, social y económica de numerosos familiares y amigos”.

Se dice que “el suicidio es prevenible”, pero para los “supervivientes”, es decir, para las personas que sufren la pérdida del ser querido o conocido a causa del suicidio, es difícil oír esa afirmación. Desde 2008, el suicidio se ha convertido en la primera causa de muerte no natural en España y, desde entonces, 180.000 supervivientes han sufrido una situación de agravio en el soporte asistencial. Esta desigualdad supone una realidad silenciada.

La pérdida del ser querido por suicidio puede ser terriblemente dolorosa, devastadora y traumática. Los tabúes culturales, religiosos y sociales que rodean al hecho pueden hacer que el camino hacia la superación sea aún más complicado. Acerca de las creencias limitadoras en torno a la conducta suicida, podemos mencionar “el peso silencioso”; nos referimos a las personas que consideran que hubiese sido más fácil afrontar la muerte de esa persona si hubiera sido a causa de un accidente o de una enfermedad como un cáncer, por ejemplo.

Hay diversos mitos sobre el suicidio. El primero es que el que se quiere matar no lo dice, lo que conduce a no prestar atención a quienes manifiestan sus ideas suicidas. Todo pese a que de cada diez personas que se suicidan, nueve manifestaron claramente sus propósitos.

El segundo mito es que el que lo dice no lo hace finalmente, lo que minimiza las amenazas suicidas, considerándolas erróneamente como chantajes, manipulaciones o alardes. Sin embargo, quien se suicida pudo expresar lo que ocurría con palabras, amenazas, gestos o cambios de conducta.

El tercer mito es que todo el que se suicida es un enfermo mental. Aunque los enfermos mentales se suicidan con mayor frecuencia que la población general, no hay que padecer necesariamente un trastorno mental para hacerlo. No hay duda de que todo el que se suicida es una persona que sufría.

Por último, el cuarto mito incide en que el suicidio se hereda. Aunque el suicidio pueda tener influencia genética, existen una serie de factores protectores que es preciso potenciar, como las habilidades en la resolución de problemas, tener confianza en uno mismo o la integración social.

Todos estos mitos dificultan la comprensión del problema y la acción preventiva. Los supervivientes han roto el tabú contando sus experiencias en los medios de comunicación y a sus conocidos.

Partiendo de ahí, se han planteado 7 puntos para Prevención de la Conducta Suicida: que el compromiso adquirido tenga continuidad; que sea factible su implementación (mediante presupuesto, recursos y personal); que se planifique y priorice la actuación; que sea transversal; que se aborden las conductas suicidas en el ámbito infanto-juvenil; que se contemplen recursos de soporte a las organizaciones de supervivientes; que sea una hoja de ruta revisable.

Hay que tener en cuenta que la atención a los supervivientes es prevención, puesto que suponen una población donde el riesgo de suicidio es elevado si el duelo es complicado (pese a haberlo vivido). Los puntos básicos de una estrategia preventiva han de ser: prevenir, detectar precozmente y abordar la conducta suicida; sensibilizar a la población; elaborar procesos asistenciales integrados; y contar con el impulso de los responsables de las instituciones, las sociedades científicas y profesionales, los medios de comunicación, y la sociedad civil y las asociaciones de pacientes y usuarios.

La alerta que manda la Asociación de Supervivientes es que por cada suicidio consumado existen 20 tentativas, y que haber intentado suicidarse supone un factor de riesgo importante. Las políticas de prevención son efectivas en la accesibilidad de los servicios de salud a las personas en riesgo, y en el seguimiento durante el período crítico posterior a la tentativa.

Reclaman políticas de prevención de la conducta suicida con financiación, instrumentos de actuación con evidencia de prevención en su entorno, marcadores de calidad y progreso de la estrategia, y que se establezcan sinergias entre las comunidades autónomas para una actuación conjunta.

El objetivo claro debe ser que las vidas de los suicidas no estén fatalmente destinadas a ser contadas empezando por su final.

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